La minoría tiene en vilo a
la mayoría. ¿Qué porcentaje de pobladores ha decidido la vida delincuencial?
¿Podrá ser el 5%? Entonces, ¿el 95 % de
los pobladores vive al acecho de ese 5%?.
Para que los delincuentes,
en grupo, como manadas tras su presa, decidan dar el golpe, primero espían, estudian,
planifican y actúan. Así hay asaltos en las calles, robos en las tiendas
comerciales, asaltos en las carreteras, crímenes por doquier, robos en las
casas urbanas, robos en las fincas rurales, robos de motos y carros en las
calles. Si los delincuentes espían, estudian, planifican y actúan para cometer
sus actos delictivos, ¿por qué la gran mayoría de la población, que tiene todo
un ejército de personal encargado de la seguridad, que tiene toda una logística
adquirida con los recursos del pueblo, no los espía, los captura y no se los
suelta para evitar que sigan provocando zozobra? ¿Las normas legales están mal
hechas? De ser éste el cuello de botella, ¿Por qué el colegio profesional, o la
organización de profesionales encargadas de las leyes, no alcanza al poder
legislativo, la propuesta que considera que es la correcta, que convendría a la
gran mayoría? ¿Conviene a algún grupo de la mayoría de la población, que la
delincuencia siga sin importar las consecuencias?
¿Los ojos y oídos de los
congresistas y/o de los funcionarios del ejecutivo no disponen de tiempo para
percibir los gritos desesperados de miles de personas clamando ayuda? ¿La
insensibilidad está en su tope? El fin supremo de la sociedad es la persona
humana, aunque, el fin supremo debería ser la naturaleza, es decir el medio
ambiente; porque la naturaleza puede existir sin el ser humano, mientras que el
ser humano no puede existir sin la naturaleza. En fin, en el supuesto que el
ser humano sea el fin supremo, es decir, que todos los actos de todos deben
hacerse pensando en el bienestar de todos ¿Por qué entonces, no se hace de una
vez, una buena norma, de pocas palabras, que englobe el derecho a la paz de ese
fin supremo? ¿Por qué de una vez, las fuerzas policiales, la comunidad
organizada, las autoridades, el congreso, el poder judicial, el ministerio
público, etc no hablan un mismo lenguaje, referido a cumplir ese fin supremo?
¿Impera la incapacidad de solucionar el problema delincuencial en el país?
¿Hace falta un cambio radical de las personas que administran este problema? ¿Hasta
cuando va esperar esa ansiada mayoría de la población, que las personas
encargadas de solucionar este problema,
lo acaben de una sola vez? La mayoría de la población, e incluso esa
minoría delincuencial, ambos grupos tienen derecho a la paz, porque detrás de
cada persona dedicada a la delincuencia, existen familiares que los quieren, que
los aman, que ansían vivir en paz.
Ya es tiempo que esta
maquinaria delincuencial se termine. Una tregua es buena. Hagamos todos, que la
fuerza del amor al prójimo se acreciente cada vez más; es tiempo que el valor
del respeto por el prójimo resplandezca en el corazón y actitud de cada
persona.
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