Steven Levitsky |
Los peruanos detestan a sus políticos. Desde hace 25 años,
existe casi un consenso en la sociedad de que los “políticos tradicionales” son
corruptos e irresponsables. Hasta hoy, muchos peruanos creen que hay demasiados
políticos en la política. Hace poco, un
columnista de El Comercio propuso “privatizar” el gobierno para reducirlo a un
mínimo.
Pero el político “tradicional” ya no domina la política
peruana. De hecho, es una especie en peligro de extinción. Los peruanos
tumbaron a su clase política hace 20 años. El blanco de sus críticas hoy no es
una clase política: es una colección de novatos haciendo política.
La desaparición de los políticos se ve en la última Encuesta
de Poder. Sólo tres de los 10 “más poderosos” en 2012 son políticos, el número
más bajo–fuera de la época de Fujimori–desde que empezó la encuesta. Bajo Belaunde, García I y Toledo, el número
de políticos en la lista fluctuaba entre cinco y siete. En 2008 bajó a cuatro;
y en 2011, a tres.
El déficit político también se ve en el gabinete de Humala.
Solo dos ministros (Jara y Cateriano) han sido electos a un cargo público, y
solo una (Jara) pertenece al partido de gobierno. No es así en otras democracias. En Estados Unidos, 10 de los 16 miembros del
gabinete de Obama son políticos partidarios:
hay tres ex senadores, tres ex congresistas y tres ex gobernadores. En Brasil, 22 de los 26 miembros del gabinete son políticos partidarios: 12 del PT y 10 de otros partidos. Comparado con otros casos, entonces, el Perú es un país donde la política se hace (casi) sin políticos.
hay tres ex senadores, tres ex congresistas y tres ex gobernadores. En Brasil, 22 de los 26 miembros del gabinete son políticos partidarios: 12 del PT y 10 de otros partidos. Comparado con otros casos, entonces, el Perú es un país donde la política se hace (casi) sin políticos.
Defino un político tradicional o profesional como alguien
que dedica gran parte de su vida profesional a la política. Su carrera principal es la política. En el Perú, quedan pocos políticos de este
tipo en el nivel nacional. Y la mayoría de ellos –Lourdes Flores, Víctor Andrés
García Belaunde, Javier Diez Canseco, Alan García y otros apristas– entraron a
la política antes de 1990.
Desde 1990, ha sido mucho más difícil mantener una carrera
política. Debido a la debilidad de los partidos y extrema volatilidad
electoral, pocos políticos son reelectos.
En las últimas dos elecciones legislativas, por ejemplo, la tasa de
reelección fue solo 12%, comparado con más de 80% en Estados Unidos y más de
50% en Brasil y Chile. Además, los partidos peruanos ya no ofrecen dos cosas
que son claves para los candidatos: financiamiento y una buena imagen (o
etiqueta).
En este contexto, ha surgido el político no
profesional. Los políticos no
profesionales no se dedican 100% a la política.
Se dedican a otra profesión, ganan dinero o construyen una buena imagen,
y utilizan estos recursos para lanzarse a la política. Muchos son empresarios con los recursos para
financiar una campaña. Otros son
periodistas, locutores, figuras mediáticas, ex voleibolistas, militares
retirados o rectores universitarios. Lo
que tienen en común estos candidatos es haber acumulado cierto capital en otro
campo profesional (jugando voley, fundando universidades, haciendo golpes
militares, vendiendo fotocopiadoras) y haberlo utilizado para saltar a la
política. La mayoría de estos candidatos
son novatos, sin formación o experiencia política. Y muchos no piensan en
construir una carrera política. Se
quedan uno o dos periodos y se van.
Lejos de ser un grupo de políticos tradicionales
atrincherados, entonces, la clase política peruana es un conjunto de
novatos. El Congreso es mayoritariamente
novato. Más del 70% de los congresistas
son nuevos, y el 56% no había sido electo a ningún cargo público antes de
2011. Hay novatos en los gobiernos
regionales también. De los 25
presidentes regionales electos en 2010, 14 habían participado en la política
menos de 10 años.
La desprofesionalización de la política ha tenido algunos
efectos positivos. Ha abierto la clase
política. Hay mucha más diversidad–en
términos de género, etnicidad, y origen socioeconómico– en los cargos públicos
hoy que en el pasado. Una clase política fluida ha resultado ser más amplia y
quizás más representativa.
Pero la política sin políticos tiene costos también. Uno es
la inexperiencia. Como se ve en el caso
de Humala, los novatos políticos tienen que aprender a gobernar. Muchos carecen de ciertas habilidades que son
claves para la gobernabilidad democrática: no saben negociar, construir coaliciones,
manejar un gabinete o lidiar con la oposición y los medios o los conflictos
sociales. En un gobierno sin estas habilidades, va a haber más errores, más
crisis, y en algunos casos, más medidas autoritarias. La inexperiencia también se ve en el Congreso.
Cuando más del 70% de los congresistas son novatos, es muy difícil que el
Congreso produzca legislación de alta calidad o que tenga la capacidad para ser
un contrapeso al Poder Ejecutivo.
Otro costo de la política sin políticos es el cortoplacismo.
Un político que tiene poca probabilidad de ser reelecto y construir una carrera
tiene pocos incentivos para adquirir habilidades legislativas, fortalecer las
instituciones legislativas o construir una buena imagen. Lo que tienen son
incentivos para “maximizar” sus ganancias en un solo periodo. Estos
congresistas son fáciles de cooptar (con puestos, viajes o favores judiciales),
lo cual debilita el Congreso. También
suelen ser más corruptos. La gran
mayoría de los escándalos personales que han plagado los últimos dos Congresos
han sido protagonizados por novatos.
Eso no quiere decir que todos los novatos son corruptos, o
que los políticos profesionales no lo son.
Pero parece que los novatos políticos –que tienen poco futuro político–
están más dispuestos a llevar todo lo que puedan en el corto plazo.
Los escándalos de los últimos años han reforzado el
descontento público hacia los políticos.
Pero los políticos de hoy no son los mismos que fueron tumbados hace 20
años. Son novatos políticos que ocuparon
su lugar.
Hay un déficit de políticos en el Perú. Dudo que una combinación de outsiders y
técnicos será suficiente para asegurar la gobernabilidad democrática en los
años que vienen. ( LaRepublica.pe )
Steven Levitsky es un destacado politólogo con estudio en
Ciencias Políticas por la Universidad de Stanford (1990) y un doctorado en la
Universidad de Berkeley, California (1999).
Desde mayo de 2008, es profesor titular de las asignaturas
de Government y Social Studies en Harvard University.
Se desempeña como consejero de dos organizaciones de
estudiantes en Harvard University: la Organización de Harvard para América
Latina, y el Proyecto de Harvard para el Desarrollo Sostenible; y, además,
ejerce de Consejo Consultivo de la Asociación Civil POLITAI, dedicada a la
investigación en Ciencia Política y Gobierno, conformada por estudiantes de la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
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