domingo, 10 de marzo de 2013

Un castillo medieval en medio de la espesura de la selva


Es domingo 25 de setiembre de 2005, la apacible ciudad de Lamas, es remecida por un terremoto de 7 grados en la escala de Richter; más del 80 por ciento de casas son destruidas, el ambiente es desolador; meses después con la reconstrucción de la ciudad, también se empieza a erigir entre los escombros, una monumental estructura que, a decir de muchos, me incluyo, pareciera que siempre estuvo ahí, solo que desde esa fecha fue tomando forma física con las piedras que estuvieron regadas por ahí, y con los sueños de la gente que inició esta construcción. 
Cuando avisaron de que a tan solo 20 minutos de Tarapoto, existía un castillo a escala natural -sí un castillo, de aquellos de los que solo nos imaginamos en los cuentos de hadas, o cuando vemos las películas de reyes o monarquías en decadencia-, no dudé en satisfacer mi curiosidad, y fui a su  encuentro anacrónico, y sin más expectativas que dejarme deslumbrar por su arquitectura, y por la naturaleza que la rodea; porque además me dijeron que este


castillo está a lo alto de una colina, como muchos de los castillos que se han construido en la antigüedad por estrategia militar o para ser apreciados desde grandes distancias.
A través del viaje, que comprende 22 kilómetros, desde el centro de Tarapoto, podemos ver cómo ha cambiado San Martín, en los últimos diez años en materia de desarrollo. Las enormes parcelas de cultivos de hoja de coca, que ocupaban una parte importante de su territorio, ahora ya no están; aquellos fueron reemplazados con cultivos alternativos; de ahí uno puede oler la fragancia del café a dónde vaya, esto hace que el paisaje más que agradable y estimulante para cualquiera que se aventure a estas tierras fértiles, pues podrá apreciar el máximo esplendor de una selva en auge.
“Señor: ¿dónde queda el castillo medieval?”, le pregunto a un lugareño, mientras camino por el barrio Huayco, el más tradicional y antiguo de Lamas; “¿Qué, no lo ve?” me dice sorprendido, y me señala con el dedo esa fortaleza que disuelve el tiempo, y desafía el espacio en donde fue erigido, cuyo responsable, un italiano de nombre Nicola Felice Aquilano, hizo posible aunar fantasía y realidad hace más de un lustro, en un solo lugar, que es el paso obligado de todo aventurero que visita la ciudad de los tres pisos -así es conocida Lamas en toda la región-.
Al ingresar a esta fortificación, por un momento pensé que era “el Conde de Celano, que mandó a construir el Castello Piccolomini de Celano, en el siglo XIII, allá en la región de los Abruzos, en la península itálica, para defender y ver desde la altura de la torre mis territorios…”, sin embargo siguiendo el camino por donde me llevan las escaleras, certifico que este castillo más que cumplir una función bélica y dominio territorial, está pensado para albergar las mayores expresiones culturales no solamente occidentales, sino también propias de la zona, lo dicen los enormes murales en el salón del castillo, donde se puede apreciar el contacto entre estas dos culturas, pero también que en los pasadizos están mujeres lamistas que cultivan el arte milenario del tejido, con sus colores característicos.
“Es un proyecto, una idea, una visión que se hizo realidad”, me dice el dueño del castillo, Nicola Felice Aquilano, un italiano de dos metros de altura, a quien lo noto con cierta nostalgia cuando habla de Lamas y su vinculación que tiene con esta ciudad, por su raíces históricas, culturales, paisajísticas, y no porque él haya nacido aquí, sino porque también le recuerda a la tierra de sus ancestros, Turin, en las regiones de los Abruzos. “Hay una parte, que si tú lo ves, se parece exactamente a Lamas: un pueblo en la colina”, me dice.
Los orígenes del castillo, el único en su género en la amazonia peruana, no son menos fantásticos; pues Nicola me cuenta haber visto, hace seis años una colina de donde se podía apreciar toda la majestuosidad del paisaje lamista, no olvidemos que estamos en el tercer piso, pero que a la vez, en esta colina, se erguía una roca de grandes dimensiones, que “nadie le daba ninguna importancia”.            
“Realmente no pensaba hacer una construcción de semejante magnitud”, prosigue Nicola, pero también nos afirma que conforme se iba levantando está colosal infraestructura, el equipo humano fue capacitándose y demostrando que pueden hacer cosas increíbles, y no solamente en la parte estructural, sino también en las decoraciones dentro del castillo. “Tenemos gente que nunca ha visto una piedra en su vida y ahora son escultores y talladores, de la propia localidad, que utilizan materiales de la zona”.
El diseño del castillo de estilo renacentista, es de autoría del propio Nicola, quien de seguro fue influenciado por los castillos de la cultura medieval, y que están regados por toda Italia; y es que claramente, si  uno es detallista, puede apreciar que el castillo de Lamas, tiene murallas en las que incluye saeteras, además de un patio en cuyo centro, en vez de un pozo, tiene una piscina; pero además cuenta con almenas, y sobre todo, como elemento más importante de esta estructura, no podría faltar la torre de homenaje o macho, donde se encuentra los aposentos del dueño del castillo.  
Felice Aquilano, sostiene que el castillo está terminado, pero solamente en la parte estructural, porque en cuanto se refiere a las decoraciones, éstas parecieran que nunca van a acabar, debido a que cada tiempo que pase podremos ver añadidos en las paredes, en los techos, donde los artistas siguen sorprendiéndonos, con sus talentos, como que en mi próxima visita veré 850 aves de una amazonia retratadas en el cielo raso de uno de los ambientes, pero también en las paredes uno se puede sorprender con retratos ya terminados, como los de Dante Alighieri, el personaje que encarna la personalidad del hombre renacentista; la figura del dios del vino Baco, rodeado de sus exquisitas uvas.        
En un principio, refiere Nicola, el castillo estaba destinado para él y sus inquietudes artísticas, sin embargo, y con las constantes visitas de gente que quería conocer los interiores de su fortaleza, hace un par de años, no tuvo más opción que abrir sus puertas para el público. “Hace un par de años que la aperturamos oficialmente al público; nunca imaginamos una respuesta de esa magnitud; la gente se queda muy admirada y muy satisfecha.”
Texto y fotos: Jaime Bravo (Diario Hoy)

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