Imaginarse de un “paisano” de la sierra en la selva, es
relacionarlo directamente con la deforestación. Es que la migración masiva de
cientos y miles de familias procedentes de la sierra a ocupar terrenos en la
selva, ha conllevado indudablemente a la deforestación de miles y miles de
hectáreas de bosque primarios de la selva, como siempre, sin ninguna
planificación: Sin tomar en cuenta si el área es de protección en cerro
empinado; si se encuentra en faja marginal a orillas de un río, una quebrada,
un riachuelo o una laguna; e incluso, si se encuentra en área de conservación
pública, privada. Nada, simplemente las familias de la sierra se asentaban y se
siguen asentando en áreas libres, hasta que alguien les diga algo. Como nadie
les dice nada, no solo deforestan haciendo chacras, no necesariamente por
necesidad, sino, muchas personas hacen chacras en grandes áreas, para suponer
la posesión del terreno libre y proceder en poco tiempo a la venta del terreno
dividido en varios lotes. No es que nadie sabe. Simplemente existe complicidad
con los funcionarios relacionados al tema, por la carencia de sentimiento al
terruño, de pasión al trabajo, de una decisión política de ordenar las normas
legales referentes al respeto del medio ambiente. ¿Qué importan los bosques,
qué importan los animales silvestres, qué importan los recursos naturales, qué
importa la sostenibilidad de la región?
Esta imagen, de pronto es desteñida por el comportamiento
de una persona procedente de la sierra, que habita en Saposoa por el lapso de
un quinquenio, y, que con una óptica de desarrollo del territorio de la selva,
se ha convertido en un paisano diferente.
Adquirió media hectárea de terreno en una playa, donde
antes ésta playa era utilizada como cancha de fulbito. ¿Qué hizo? Sembró
especies forestales de capirona, caoba, pucaquiro, bambú, todas las plantas de
manera ordenada, en hileras. Construyó una casa de campo, con tallos de bambú
de su propia parcela.
La casa está a dos metros de altura, entablada, a fin de
evitar el ingreso del agua del río
Saposoa en época de crecida. Si bien, la apariencia
exterior de la casa se asemeja mucho a la casa de Tarzán de las películas;
empero, el interior de la casa no difiera en nada de una casa moderna:
Servicios higiénicos y cocina con cerámicas actuales, en piso y paredes.
Divisiones y pisos con cerámicas de colores, cuadros de pintores locales, sala
de estudio, sala de cómputo, etc.
Los bambúes son vendidos a diez nuevos soles el tallo.
Tiene solo sesenta troncos; y, en los cinco años, ha vendido alrededor de
treinta mil nuevos soles solo en tallos. Además, vende plantones de bambú a
cinco nuevos soles cada uno. Tiene otro vivero de flores, que es producido y
comercializado por la esposa, quien es técnico agropecuario. Sixto es natural
de Cajamarca, como fueron sus padres; pero, ostenta una visión ecológica y
económica de la selva, de manera empresarial, que hasta el momento está
obteniendo frutos rentables. “Es que crecí en Chiclayo y he recorrido varios
países como Colombia, Ecuador, Brasil, donde he visto la importancia que tiene
el buen manejo sostenible que hay que darle a la selva” manifiesta.