Cada 23 de septiembre se celebra el inicio de la estación
más mágica del año: la primavera. Y no solo eso, también es una fecha oportuna
para festejar la amistad y la juventud. La analogía no puede ser mejor: la
naturaleza renace mostrando su armonía y la juventud, llena de energía,
proyecta el mejor momento en la vida de un ser humano para realizar todo con
optimismo.
También se ve a la primavera como la estación más
enamoradiza del año. El amor y la amistad son dos palabras que siempre se
tienen presentes en los discursos ofrecidos por los colegios y demás
instituciones los 23 de septiembre. Lo cierto es que no son apreciaciones
subjetivas sino más bien están ligadas con la aparición del calor y el
embellecimiento de la naturaleza, dos factores que propician la mayor relación
entre las personas. ¿Quién alguna vez no ha aprovechado la primavera para salir
de la ciudad al campo? Luego de tanto invierno – al menos después de este 2008
friísimo en la costa del Perú – es rico salir de paseo aunque sea un domingo de
primavera para gozar de las flores y las mariposas, de los pajaritos que cantan
más temprano, del sol que calienta pero no quema…
Digamos que hoy el Perú es un país joven que pasa por la
mejor de sus primaveras. Se sabe que estamos en una etapa de crecimiento
económico y que además la identidad nacional se está consolidando como nunca
antes. Los peruanos demostramos que el mundo puede ser nuestro si queremos,
vemos el lado optimista de las situaciones y esto nos hace “eternos seres
primaverales”, idealistas y luchadores. Sigamos dándole por el lado amigable a
todo lo que se nos presente y vamos a tener dentro de muy poco una nación
sólida como las piedras en las que se forjó el gran imperio de los Incas.
No por nada tenemos al norte del país la ciudad de la
eterna primavera: Trujillo y más arribita está Chiclayo, la capital de la
amistad. Son dos pruebas más de la riqueza cultural, natural y espiritual que
Dios le ha entregado a esta gran nación.
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