El lunes pasado el legislador del Frente Amplio (FA)
Justiniano Apaza formuló ante la prensa algunas afirmaciones que han traído
cola. El tema sobre el que se le preguntó fue la iniciativa de la Comisión de
Defensa del Congreso de declarar héroes a los comandos Chavín de Huántar, que
liberaron en 1997 a los rehenes que los terroristas del Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) tenían cautivos en la residencia del
embajador de Japón.
En esencia, dijo tres cosas. Primero, que, en su opinión,
los referidos comandos no merecían esa consideración porque “héroes son
aquellos que sacrifican con principios e ideales la defensa de algún problema
de la nación”, mientras que los Chavín de Huántar serían solo “soldados que han
cumplido su misión”.
Segundo, que la operación de rescate fue
“desproporcional” por la diferencia de número y armamento entre los integrantes
del grupo terrorista presentes en la residencia y los del contingente militar
que irrumpió en ella. “No tenían sino un armamento cada uno”, apuntó –faltando
a la verdad– sobre los emerretistas.
Y, por último, que algunos miembros del ya desarticulado
movimiento subversivo pueden ser considerados “presos políticos”.
La reacción a sus singulares puntos de vista fue,
previsiblemente, inmediata y múltiple. Tanto, que incluso otros miembros de la
bancada del FA, como Marco Arana, Marisa Glave y Alberto Quintanilla, tomaron
distancia de ellos… Y un día después, hasta el mismo Apaza trató de hacer lo
propio.
“Ayer se han malinterpretado mis palabras”, aseveró. Y
luego añadió: “Es una obligación moral de todos los peruanos rechazar […] la
violencia, venga de donde venga”.
Lo cierto, no obstante, es que la tesis de la
“malinterpretación” no se sostiene, pues sus declaraciones fueron bastante
claras y, lo que es más importante, configuraron una línea argumental. Una que,
en concreto, trataba de desvirtuar a los comandos Chavín de Huántar (no son
héroes, ejecutaron una operación “desproporcional”) y reivindicar a los
emerretistas (algunos pueden ser considerados “presos políticos”).
No es la primera vez que el señor Apaza intenta
reacomodarse después de la tormenta política que generan sus declaraciones,
pero, a decir verdad, no se trata de una práctica ajena a la agrupación
política que él representa.
El día miércoles, el Frente Amplio difundió en Twitter un
video con un mensaje opositor a la propuesta legislativa de condecoración a los
comandos Chavín de Huántar –la cual finalmente se aprobó el día de ayer con el
respaldo de casi todos los parlamentarios presentes y pese a los votos en
contra de nueve legisladores, todos ellos integrantes de la bancada del FA–.
El video en cuestión, no obstante, incluía la fotografía
del entierro de la terrorista Edith Lagos en 1982, la cual se mostraba como
fondo de un texto que versaba sobre quiénes eran –a criterio del FA– los
verdaderos “héroes de la democracia”.
Ante la evidente indignación que generó la difusión de
estas imágenes, el vocero de la bancada izquierdista, Marco Arana, dijo que la
incorporación de la fotografía del funeral terrorista “fue un gravísimo error”.
Pero, al igual que en el caso de Apaza, quedó la sensación de que una vez más
se hizo presente la debilidad de la izquierda peruana de llamar a las cosas por
lo que son y de deslindar tajantemente con quienes, aun teniendo coincidencias
ideológicas, son responsables por la comisión de los más atroces crímenes.“Malinterpretaciones” y “errores” parecen ser, entonces,
las excusas de turno del FA. Pero los últimos “resbalones” parecen confirmar
más bien aquellos asuntos que en la facción izquierdista hoy en día siguen
causando terror.
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